sábado, 10 de marzo de 2018

Pasajero

Me gusta despertarme con la convicción de que todo es pasajero, y entender que aquello que parece quedarse, aquello que se muestra inamovible como una roca, es sólo una ilusión. Me gusta darme cuenta de que pretendo establecer un lugar para los objetos, para las personas. Me gusta saber que intento que las cosas estén en su sitio y a la vez reconocer que las cosas no tienen sitio, que las cosas están nada más donde están, y que las personas no son de un lugar o de otro, que no tienen país ni cultura, que no tienen ideas, que no son nada. En todo caso, los países, las culturas, las ideas, tienen a las personas, no son, no existen sin las personas. Las personas son únicamente cuerpos que rechazan la vida, trozos de carne y de hueso que se desplazan frenéticamente de un lado a otro con el convencimiento de que lo hacen por algún motivo trascendental.
Y aún así, me gusta ser persona, ser consciente de que soy persona entre personas que rechazan la vida, porque he de partir desde la honestidad conmigo mismo. Es la única manera de abandonar el videojuego y abrazar la libertad. Me gusta enredarme en el pensamiento de que nada me sale bien ¿De qué otra manera podría darme cuenta de mis propias mentiras? ¿Cómo percibo entonces que soy otro juez más en esta realidad ofrecida?
Me gusta desmenuzar mis propias convicciones, como la convicción de que me gusta despertarme con la convicción de que todo es pasajero.
No, quizá no, quizá prefiera imaginar que todo está quieto, que nada se va a marchar, que nada va a cambiar, que cada nuevo minuto que empieza es exactamente igual que el minuto que acaba de terminar. Puede que prefiera aferrarme a las cosas que tengo, al espacio en el que suelo vivir, a las personas que creo que confían en mí y que considero cercanas. Puede que me guste  más observar el río en una foto, así puedo interpretar el movimiento exacto del agua (aunque no se mueva), puedo medir la longitud de sus arterias, la anchura, la altitud y el caudal, y así comprender mejor la actividad del río (aunque no esté activo, aunque sea una foto). Y después puedo imaginar lo que harán las aguas del río, como se comportarán, y así anticiparme a todos los problemas que puedan surgir más adelante.
Con mi balsa amarrada a un árbol, flotando sobre el río, mirando la foto del río, podría quizá, pasarme la vida entera estudiando sus aguas y no emprender nunca la navegación. Tal vez, más adelante, podría creer que es lo mismo que el agua pase por debajo de mi balsa amarrada a que flote sin amarres sobre el continuo movimiento del río. Tal vez, más adelante, podría creer que es lo mismo que la vida pase por delante de mis ojos que flotar sin amarres sobre el continuo movimiento de la vida.  
Me gusta despertarme con la convicción de que todo es pasajero, y entender que aquello que parece quedarse, aquello que se muestra inamovible como una roca, es sólo una ilusión.

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