martes, 16 de enero de 2018

Brusco

Brusco,
me parece brusco todo,
poco liviano,
nada condescendiente,
desasosegado diría.
Tajante,
una cosa que era así,
y que de pronto es asá.
Una cosa intranquila,
indecisa,
cegadora,
turbulenta,
incómoda cual revolución,
pero revolución de esas que revuelven todo
para revolverlo todo otra vez mañana,
es decir,
de esas que se llaman revoluciones
y son poco más que un alboroto efímero.
Una cosa extraña,
una explosión sin mucho sentido,
trozos de lágrimas por el suelo
porque sí,
porque tiene que ser así.
Un bofetón,
un aluvión repentino,
un “esto estaba bien,
pero ahora está mal”,
una propuesta de esas,
de las de…
“Las cosas no deberían ser así,
sí,
lo sé,
las cosas son lo que son,
las cosas son como son,
pero no deberían ser así,
así que ya no lo son,
y poco importa si lo asumes,
o si tu equilibrio mental
se resquebraja.”
Brusco,
insultantemente brusco,
inverosímil.
El dolor, el dolor absurdo,
innecesario,
la obligación de apartar tu piel
de mis noches insomnes.

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