jueves, 2 de noviembre de 2017

Es más sencillo

No es del todo importante, si es que alguna cosa lo es, pero quiero recordar al individuo (y a mí mismo) que la jerarquía del valor de las cosas, el sistema vertical para reconocer la mayor o menor importancia de los hechos, los sucesos, las sensaciones o los objetos, es otro constructo teórico fruto de la imaginación humana para mantener en equilibrio y en orden nuestro frágil sistema de auto-estima y nuestra supuesta personalidad.
No eres especial, el rayo divino no está esperando el mejor momento para posarse sobre ti y ofrecerte el nirvana, no posees ningún tipo de valía, tampoco lo contrario. Simplemente existes. Tratar de establecer un valor supremo a tu vida personal y única es, paradójicamente, una manera de reducir a simples especulaciones mentales el acontecimiento singular que supone tu existencia en el tiempo. Tu insignificancia puede ser a la vez tu grandeza. Aunque en el fondo es algo que da igual, tanto la insignificancia como la grandeza son juicios humanos añadidos a la realidad para etiquetarla y desarrollar así valores, opiniones, creencias, convicciones y más tarde quizá religiones e ideologías con sus respectivos templos.
No eres mejor ni peor, sencillamente eres. Eres uno más entre tantos, un tipo que pasea entre la masa. Masa que se compone de tipos que pasean entre la masa. Masa a la que tu perteneces desde la perspectiva individual de cada tipo que pasea (y también desde una perspectiva objetiva si hubiera un espectador omnisciente). No eres un dios en ti mismo ni por ser un simio humano tienes derechos y deberes, eso son papeles, leyes fundamentadas en ideas. Mal que te pese tu vida está sujeta a las fuerzas puras y objetivamente verídicas de la naturaleza. Sólo existes, sucedes, como el resto de las cosas que se amontonan en el instante, nada más.
Nada está bien y nada está mal. Como ser sujeto a las leyes naturales, te disgusta pasar hambre, te disgusta pasar frío, te agrada una ducha caliente y tener sexo, huyes del dolor y buscas el placer. Ninguna de estas cosas son buenas ni malas, sólo son. El juicio y la etiqueta son fruto de tu mente para construir tu propio orden. Pero déjame percibir algo: Ese orden nos limita, obstruye nuestra capacidad para ser con todo en el instante. Tal vez la asunción de esta realidad provoque cierto tambaleo en las estructuras de la identidad forjada, pero esa identidad es “falsa”, se fundamenta en una línea temporal, la cual nace de nuestra imaginación, que se apoya en eventos del pasado que persisten distorsionados por los juicios que hemos utilizado para almacenarlos ¿Para qué necesitamos identificarnos? Es más sencillo ser.

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