domingo, 24 de diciembre de 2017

A los machos

Os conozco bien porque sois sencillos, y venís con la excusa de vuestro pasado, con la excusa esa de vuestra problemática familia y las peleas en la calle. El método intimidatorio de hablar rápido, demasiado alto y con la jerga del barrio, tratando de causar miedo. Tenéis que demostrar que sois poderosos, para que os quede claro también a vosotros mismos. Tenéis que demostrar que sois autosuficientes, que habéis construido vuestra vida con vuestro esfuerzo y que os ha costado poco porque sois los mejores, biológicamente insuperables, machos alfa con una carga genética incomparable. Y pretendéis que entre en vuestro juego, que os baile el agua porque así lo tenéis fácil para sacar vuestras armas y mostrar la faceta que os interesa ¿Qué he conseguido yo? ¿Qué poseo? ¿Qué dirijo? ¿Cuáles son mis logros? Indagáis por esos lares pretendiendo descubrir la pata que cojea y os encontráis con mi indiferencia absoluta. Sí, lo reconozco, os lo pongo fácil, no caigo en la competición, no me interesa, no persigo medirme y ante quienes se regocijan en el pavoneo, yo recojo mis intenciones de amar y me largo a donde perciba que aún queda gente predispuesta a ser amada.
Y luego llega vuestra envidia, vuestra incomprensión ante la realidad aplastante que se os presenta. No entendéis como es posible que el amor que regalo me sea recíproco ¿Cómo vais a entenderlo? Todo lo que creéis haber conseguido se sostiene sobre una construcción de vuestra personalidad completamente imaginaria, en el fondo no habéis construido nada que valga la pena dentro de vuestra íntima esencia, seguís siendo los mismos de siempre, hombres llenos de prejuicios con toda la pesada carga de la educación recibida. Y quizás os veis en la necesidad de arrebatarme algo, pensáis que de esa forma recuperaréis parte de vuestra autoestima, pero obviáis que yo no poseo nada, y que por eso no hay nada que me podáis quitar. Yo no retengo, no oprimo, no trato como mío nada que no forme parte de mi cuerpo físico indivisible. Probablemente se os oxide el cerebro por una acumulación innecesaria de pensamientos violentos, probablemente comencéis a desear mi muerte con tremenda facilidad. El sufrimiento es vuestro, yo continúo en mi plácida nube, cómodamente arrastrado por las sensaciones cálidas y reconfortantes del espacio y del tiempo.
Pero no os odio, no os confundáis. Sé que vuestra inconsciencia os trae sufrimiento. Sé que vuestra incapacidad para replantearos vuestros valores y convicciones, os lleva al disfrute parcial y limitado de la experiencia de vivir, y que nunca tendréis acceso a la dimensión infinita de la paz interna porque no puede percibirse intención alguna en vuestra mente de alejarse de la personalidad prefabricada que asumisteis. No os odio, de hecho, os amo. Os amo porque yo también a veces soy vosotros, porque he sobrevivido en este mundo, en esta sociedad y he recibido el mismo trato y la misma educación. Mi subconsciente está plagado de dogmas que no soy capaz de reconocer a simple vista, lo cual me lleva a caer en actuaciones contrarias a mis intenciones cuando no me mantengo atento, cuando dejo de seguir los latidos de mi corazón.
Puede que algún día comencemos a darnos la mano, pero de verdad, sin apretones, con suavidad, en un gesto de ayudarnos a salir del pozo, el uno al otro. Puede que dejemos de lado la demostración de nuestra fuerza física, que no deja de ser algo ridículo y paradójico, ya que el simple hecho de poseer la necesidad de demostrarla es un profundo signo de debilidad psicológica. Puede que algún día contemos con la posibilidad de amarnos, sin sentirnos ridículos por ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario